noviembre 25, 2009

HONDURAS: LAS ELECCIONES EN TÉRMINOS DE COSTE POLÍTICO



Por Ramón A. Hernández Torres



En primer lugar hay que resaltar que los ideólogos de la ultraderecha tanto nacional como internacional han planteado que las elecciones son la única salida a la crisis política generada por el golpe de Estado y no la restitución del presidente Manuel Zelaya Rosales cf., entre otros, Jorge Castañeda ex Canciller del gobierno de Vicente Fox, “Dos códigos postales en AL”, La Tribuna 31/VIII/09. La firma del Acuerdo Tegucigalpa-San José, su no cumplimiento y las tácticas dilatorias ensayadas por parte de la dictadura confirman esta tesis. La estrategia es maniobrar hasta donde sea posible para llegar al 27 de enero de 2010 cuando asuma un nuevo gobierno con el cual el golpismo se “blanquea” y rompe el cascarón del aislamiento internacional.
Entendamos que “blanquear” o “lavar la cara” a la dictadura no es lo mismo que legitimar. La legitimidad, mayor o menor, se logrará por los niveles de participación ciudadana (menor abstencionismo), actores implicados como candidatos (UD, Liberales y PINU en Resistencia y candidaturas independientes) y nivel de transparencia en las elecciones.
Una muestra de esa búsqueda afanosa de legitimidad la tenemos a niveles discursivos mediante una campaña mediática sin precedentes, en cuanto a que “las elecciones serán las más votadas”, no por un partido o candidato determinado. No sorprendería que el cierre de campaña se haga con todos los candidatos del golpismo presentes.
Entonces, quien más gana con y en las elecciones es el que más apuesta y lo hace como en un juego de azar porque tiene todas las de ganar, sin arriesgar nada. Nadie creerá que elecciones bajo tutela de golpistas, la oposición alcanzará el poder político, ganará espacios políticos reducidos que a la larga benefician más al sistema “democrático” impuesto por la dictadora y darle continuidad: Visto así, las elecciones representan un alto coste político a favor del golpismo.
Para el Frente de Resistencia Contra del Golpe de Estado, cuya claridad de objetivos fue fundamental para aglutinar y movilizar a todas las organizaciones, instituciones y personas como nunca se había dado: Restitución del Presidente Manuel Zelaya y la Asamblea Nacional Constituyente; las elecciones representan un doble peligro: primero, con la realización de las elecciones, sin la restitución del Presidente Zelaya que es lo más probable, los golpistas le arrebatan la bandera más llamativa a la Resistencia (ya que la de la Asamblea Nacional Constituyente es a largo plazo y tal como lo contempla el Acuerdo Tegucigalpa-San José será demonizada); segundo, la participación de partidos, fracciones de partidos o candidaturas independientes en las elecciones, que estén en la Resistencia, divide porque esas organizaciones se sustraen, confunde porque introduce otro objetivo, debilita porque no refleja unidad ante el enemigo, inmoviliza porque pierde energía y movimiento y, sobre todo, le ofrece una magnifica oportunidad al enemigo para profundizar ese agrietamiento que nunca antes logró.
El liderazgo de la Resistencia se ha ganado el respeto, cariño y admiración del pueblo y eso le ha permitido disciplinar a las masas aún en las movilizaciones gigantescas como las del aeropuerto y la del 15 de septiembre que en otras circunstancias, hubiera sido imposible. Si el consenso general en el frente es no participar en el proceso electoral, la masa lo acatará disciplinadamente, las organizaciones que no lo hagan se auto excluyen de la Resistencia y se ganarán la desconfianza y repudio del pueblo. El nivel de conciencia política alcanzada en estos últimos cinco meses por las masas es elevado y percibe la lucha electorera como la única salida a la que apuesta la dictadura para salvarse. Ante esto, aquellas organizaciones que en este contexto de golpe de Estado pretenden capitalizar el voto descontento, están muy equivocadas y pueden llevarse un gran fiasco.
En estos momentos, las organizaciones y personas que están por un verdadero cambio revolucionario deben invertir todas las energías, recursos y esfuerzos en organizar y concientizar a las masas para dar ese salto de calidad que necesitamos, ahora, y es ahora o nunca, porque esta coyuntura histórica es única e irrepetible; hacer otra cosa, tomar otros atajos es mediatizar el proceso de construcción del poder político popular. Aquellos argumentos de que la UD perderá su legalidad es creer que la única vía para asumir el poder es la electoral, pero ante todo, es no creer en la fortaleza y creatividad del pueblo que hará posible primaveras en pleno otoño; el argumento de que el pueblo necesita tener diputados que lo representen en el congreso es pensar con mente pírrica y reducir la lucha política a la parlamentaria como si allí estuviese en juego el poder.
La Resistencia sólo puede minimizar el triunfo de la dictadura –incluso derrotarla- con la realización de las elecciones, presentando una unidad granítica de todos sus componentes incluso candidatos a diputados y alcaldes de UD, Partido Liberal, PINU y candidaturas independientes en contra de las elecciones. El desconocimiento del proceso electoral es muy pasivo, el retiro de candidatos aunque legalmente sea permitido es más activo y de esto se puede pasar a otros niveles de mayor activismo en contra de las elecciones. Si se logra esto, se torna el abstencionismo pasivo (de más del 50% en las elecciones pasadas) en abstencionismo activo, militante. De esta manera, se le capitaliza a favor de la Resistencia y si supera la mayoría abrumadora de más del 60%, no sólo se instrumentaliza para repudiar a la dictadura, sino que la campaña mediática queda sin argumentos sobre el apoyo popular que tiene la dictadura y, con el apoyo del Grupo de Río, UNASUR, OEA y ONU que no reconocen las elecciones, la Resistencia las impugnará y construirá su propio escenario en el cual enterraremos al golpismo.